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jueves, 11 de febrero de 2010

Alfredo Toro Hardy // China, EEUU: la destrucción recíproca

La economía mundial volaría en mil pedazos si se llevaran a cabo las amenazas que se profieren

Desde la Cumbre de Copenhage, Estados Unidos y China parecen encontrarse en un cuadrilátero de boxeo, echando por tierra las excelentes expectativas que surgieron en los primeros meses del Gobierno Obama. En dicha Cumbre un funcionario chino de segundo nivel atacó fuertemente a Obama, mientras el Primer Ministro Wen evitó encontrarse con éste. Luego vino el apoyo de Hillary Clinton a Google en su confrontación con China y el anuncio de ventas militares a Taiwan, seguido por el enfurecido anuncio de Pekín de suspender los encuentros militares con Washington y de aplicar sanciones a las empresas involucradas en esa venta. Acto seguido vinieron las duras críticas de Clinton a China por su falta de cooperación en relación a las sanciones contra Irán y el anunció del encuentro entre Obama y el Dalai Lama. Pekín habló entonces de interferencia en sus asuntos domésticos y asomó represalias, mientras Obama anunció el endurecimiento frente a China por la competencia desleal que genera su divisa "subvaluada". ¿Qué se encuentra detrás de esta guerra de palabras y anuncios?

Ambas partes parecieran sentirse en la necesidad de hacerse respetar por la otra. China con sus dos millones de millones de dólares en reservas, con su crecimiento de 8,7% en medio de una crisis global y evidenciándose como la única economía con capacidad de sacar al mundo de esa crisis, amén de estar financiando la recuperación de Estados Unidos, exige que se le reconozca su nuevo estatus. Estados Unidos, como única superpotencia militar y como mercado fundamental sobre el que se sustentan los 196 millardos de dólares de superávit comercial chino, demanda la deferencia que le cree debida. Pero, a la vez, ambos gobiernos se ven confrontados a la opinión pública. El Partido Comunista Chino sustenta su legitimidad no sólo en el crecimiento económico, sino en función de su condición de garante de un sentido de dignidad nacional resentido por las agresiones y humillaciones extranjeras de los siglos XIX y XX. Obama, a la vez, requiere verse duro frente a un país al cual la opinión pública del suyo responsabiliza por el crecimiento del desempleo: su mayor talón de Aquiles electoral.

Entre ambas naciones se ha instalado una dinámica similar a la de la "destrucción recíproca asegurada", que caracterizó a la confrontación bipolar en tiempos de la Guerra Fría. Sólo que en este caso la destrucción sería económica y no nuclear. La imbricación entre los dos países ha llegado a ser tal, que uno no podría sobrevivir sin el otro. Sin el mercado norteamericano no habría excedente chino. Sin el excedente chino no habría capacidad para financiar el déficit fiscal permanente de Estados Unidos o para estimular su recuperación económica. Sin la tecnología norteamericana China no podría aspirar a seguir avanzando y sin el mercado chino las empresas estadounidenses a seguir creciendo.

Al igual que en la confrontación entre soviéticos y norteamericanos el resto de la humanidad es rehén de este enfrentamiento. Si las partes decidieran llevar a sus últimas consecuencias las amenazas que se profieren, la economía mundial volaría en mil pedazos.

altohar@hotmail.com

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